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Ya sé que había comenzado el año un poco filósofa, pero esta semana lo que he estado pensando ha venido a propósito de lo visto en prensa, como Carmen, pero no de carácter científico en su caso. Antropológico o ético puede ser que sí. Al final, cuando el centro del pensamiento es el ser humano, ya en su vertiente individual ya en la social, quizás siempre haya conflictos antropológicos y éticos.

El caso es que, a propósito de lo ve una en prensa, el otro día, con las noticias de fondo,  escuché que en Gran Bretaña pensaban someter a referéndum la decisión de permanecer o no en la Unión Europea, o eso me pareció entender, porque no le estaba prestando demasiada atención. Lo que me hizo concentrarme fue  escuchar a nuestro ministro de asuntos exteriores manifestando su rechazo absoluto a que decisiones de este tipo se tomaran mediante consulta popular. Claro. Ahí estamos. En general, a nuestros políticos les espanta que sean los ciudadanos quienes tomen las decisiones. A mi juicio, el sistema político actual es una mal llamada democracia. Es, en realidad, un despotismo ilustrado disfrazado de democracia. Los ciudadanos cada cuatro años votamos un programa en blanco. Parece que está relleno, pero está en blanco. Nosotros lo que hacemos es autorizar a un partido, al que gane, sea el que sea, a que tome todas las decisiones que regirán nuestro día a día en nuestro nombre, que podrán o no coincidir con las que aparecían en el programa, pues esto parece ser secundario. La actitud de nuestro ministro de exteriores ante la noticia del referéndum era de espanto. Lo que yo leía entre sus líneas era un «¿pero cómo van a decidir ellos, si no tienen ni la mejor idea de lo que es mejor para ellos? Nosotros sí que sabemos lo que es mejor.» Claro, a la vista está. Supongo que, ya que todo es relativo,  para los que andan con cuentas en suiza, el que hecho de que haya más de un millón de familias con todos sus miembros no es tan terrible (y hablo del paro por citar quizá la lacra más sangrante y que más dolor genera entre las que padecemos, pero ya sabemos que no es ni mucho menos la única).

El caso es que el otro día, el nuevo miembro de una de las bandas en las que perpetro la percusión, me envió el enlace de Democracia 4.0 y del Partido X. (Esto me hace pensar que o bien es cierto aquello de que dios los cría y ellos se juntan, o bien cada vez somos más los ácratas). El caso es que cada vez hay más propuestas  para dar un paso adelante que está pidiendo a gritos la sociedad actual, la realidad que vivimos, ante la obsoleta, dañina y mal llamada democracia con la que funcionamos. Y a mí me parece que el aprovechar los adelantos científicos y tecnológicos para lograr de una vez una democracia real es una decisión de lo más racional. ¿Programa? El programa es único: democracia y punto. No hace falta más porque gobernarán los ciudadanos, porque serán ellos quienes tomen las decisiones. Delegarlo todo en un partido sería una opción cómoda en el caso de que unas personas merecieran la total confianza de pensar por el conjunto de la población. Me pregunto si todavía hay quien conserve algún tipo de confianza en la clase política. Porque hasta los votantes del partido actual no se sienten representados. No nos representan. Y si no nos representan es momento de dejar de delegar, de interrumpir esa cómoda opción de dejar las decisiones en manos de otros, porque lo hacen mal, porque anteponen su bienestar individual, su carrera política, sus propios intereses, al del conjunto de la sociedad, porque nos hacen daño, porque hay muchas personas que sufren. Es hora de informarse, buscar otras formas de hacer las cosas ya que tal cual están no van bien,  imaginar y hacer realidad otras alternativas, tomar el control, implicarse en nuestro presente, en el de toda la ciudadanía y decidir.

Un pensamiento en “Democracia 4.0

  1. Totalmente de acuerdo. Es lamentable que no haya ningún tipo de responsabilidad entre el programa que supuestamente votamos al elegir partido y lo que luego hacen cuando llegan al poder. Al final ni se votan ideas, ni se votan soluciones, solo representantes con fe ciega, y de eso (de la fe ciega) cada vez queda menos.
    El día que cosideren que los ciudadanos somos mayores de edad mentales para formar parte de las decisiones importantes empezaremos a hablar de democracia.

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