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Al hilo de lo que escribía Patricia el viernes, hoy he leído un reportaje sobre actrices de Hollywood con un nivel de inteligencia de esos que se definen como superdotación. Parece que hay varias que fueron niñas prodigio en música, en interpretación o en estudios, mucho antes de convertirse en actrices. Y el caso es que el tono del artículo no estoy muy segura de si está en la pretensión de reivindicar la inteligencia para las bellas o en relacionar un número (mínimo) de excepciones en un mundo en el que la inteligencia no parece ser lo habitual. Lo que sí es cierto es que ese mismo artículo, tomando como base los seguro existentes actores con niveles de inteligencia elevados, no tendría el mismo tono, porque no se le da el punto de vista de estar descubriendo algo extraordinario. A los hombres sigue sin pedírseles elegir: ellos pueden ser guapos, atractivos, ingeligentes, simpáticos, sexys, profesionales en cualquier tipo de trabajo… todo a la vez. A las mujeres sí parece se nos pide elegir: si te da por vestir sexy olvídate de que te consideren inteligente. ¿De verdad consideramos que, a la hora de crear seres humanos, la dotación genética de la inteligencia superior es incompatible con la de unas tetas estupendas o un ligero afán de exhibir un cuerpo escultural? Si el ir apretada y luciendo escote a una entrevista laboral impide que se considere posible la inteligencia y la experiencia profesional, tenemos un mundo de cortos mentales.

En otra de las revistas que hojeé (tocó tarde de peluquería) una columnista se hacía eco de una página de internet, al parecer con gran éxito, en la que las mujeres podían, tal si fuera un supermercado de hombres, elegir a quien quisieran para «echarlo a su carro de la compra» y poder chatear o hablar con él para iniciar una posible relación amorosa. El tirón de la página parece estaba siendo ese cambio de rol de ser la mujer quien elige, en vez del hombre, porque ellos no se pueden poner en contacto con ninguna mujer si ella no se lo permite primero. Pues a la columnista (perdonad, pero no recuerdo el nombre), con muy buen criterio, el experimento no le hacía ninguna gracia porque era pasar a que se otorgara a las mujeres el mismo papel que ahora se censura en los hombres y porque no dejaba de asociarse a las mujeres a la compra en un supermercado (con cesta llena de hombres, en este caso).

Y entre los artículos de Patricia y Carmen de estos dos últimos días y estos dos detalles de lo leído esta tarde me resulta difícil ser optimista en cuanto a qué tiempo tardaremos en tener un mundo realmente igualitario que legar a nuestros hijos. Porque no quiero que elijan a sus parejas ni sean elegidos en un supermercado, no quiero que elijan entre su cuerpo y su mente, y no quiero que, a la hora de elegir a sus parejas, piensen que tienen que elegir una guapa tonta o una lista fea, yo quiero que aspiren a una guapa lista o a una lista guapa, que haberlas, haylas, a montones.

2 pensamientos en “¿Por qué elegir?

  1. Ana, elegir siempre elegimos. Cuando tú te vistes cada mañana estás eligiendo. Cuando quedas a tomar un café con fulano en lugar de con mengano, también estás eligiendo. Lo que yo no veo por ningún lado es esa dicotomía o necesidad o imposición entre tener que elegir a alguien por su físico o por su intelecto. No creo que la realidad sea así. Se trata de un equilibrio, de valorar y querer a una persona en su conjunto, (si no se quiere a una persona en su conjunto no se quiere realmente). Y desde luego se puede hacer y, de hecho, se hace. Y no es que una mujer no pueda mostrarse atractiva, o que si es atractiva en una entrevista vayan a pensar que es tonta. No es algo tan radical. Pero estarás de acuerdo en que hay formas y formas de mostrar el atractivo. Eso se elige, por supuesto. Y que ante determinadas muestras, la atención se distrae. No quiere decir que la persona que muestra no tenga un CI elevado, sino que uno se puede llegar a distraer. Entre la exhibición y el absoluto recato hay un mundo de posibilidades y puntos intermedios. Y no obstante, cada uno que elija lo que quiera. Pero que si te exhibes vas a ser mirado, es evidente. Y que si te escondes vas a pasar desapercibido, también.

  2. Sí, Patricia, eliges ropa, eliges una imagen que dar al mundo, pero sí creo que sigue considerándose sorprendente en muchos ámbitos la confluencia de la gran belleza y la gran inteligencia, y más en las mujeres. Y eso es lo que no me gusta. Si te da un día por ir a una entrevista de trabajo luciendo algo de escote o una minifalda de escándalo, lo que tendrá que hacer el o la entrevistador/a es fijarse en tu currículum y luego, si se le distrae la vista o no, sería accesorio para una elección que ha de basarse en tu trayectoria profesional. Si la elección ha de basarse en la imagen, eso ya es otra cosa, sólo habrá que ver si coincide con lo requerido o no.

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