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Pues parece que abrimos debate. Mi artículo del último lunes suscitó la réplica de Patricia el viernes y hoy voy yo a dar la contrarréplica.

La frase que suscitó la réplica de Patricia era «la fe es un acto de voluntad». Ella no está de acuerdo, pero yo me ratifico.

Cuando hablamos de fe, o confianza, hablamos de certezas, de creencias, religiosas o no, de cada uno. No es tanto de la primera impresión sobre algo (el este tipo me cae bien, me apetece tumbarme al sol o me he enamorado de esta chica y no sé por qué) sino de la seguridad que algo nos ofrece.

Es verdad que hay gente que, desde la primera vez que lo ves, te da una sensación de seguridad, de que no te va a fallar, de que va a ser tu amigo siempre… que te hace brotar una gran fe, o confianza, en ella, pero, por lo general, a la fe, a la confianza, a la seguridad, no se llega al primer golpe de vista. Se llega con un proceso mental racional que te hace descartar las señales en contra y valorar las señales a favor. Y eso es un acto de voluntad.

Las creencias espirituales de todo tipo requieren de esta voluntad, no sólo su mantenimiento, sino su mera existencia. Porque para creer en algo que no vemos hay que decidir descartar aquellas señales que nos parecen decir que no hay más que lo que vemos alrededor (son mucho más intensas estas señales que las otras).

La confianza en los amigos, esa que madura con el paso del tiempo, también se teje con voluntades. Con las de cada uno de los implicados, hay que pasar por alto algunas desavenencias, poner en valor lo positivo y decidir, aunque no siempre sea conscientemente, que tu confianza es más fuerte que las posibles señales que pueda haber en contra.

Y en el amor, otro tanto. No es cuestión de voluntad el enamoramiento, pero sí necesita voluntad de las partes que ese enamoramiento se convierta en amor y, mucho más, el que pueda llegar a ser duradero.

En los tres aspectos hay un inicio intuitivo, emocional, espiritual, hay un flash inicial que te abre los ojos hacia un pensamiento, una creencia, una persona… pero cuando ese flechazo inicial se convierte en fe, confianza, certeza o, incluso, amor, es porque hemos decidido apostar por esa primera sensación y al sentimiento inicial se ha añadido nuestra firme voluntad de elegirlo y apoyarlo.

En cualquier caso, no es menos cierto que la mera voluntad no puede sostener sola ninguno de los sentimientos anteriores: ni la fe, ni la confianza, ni la amistad, ni el amor. Cuando la parte irracional que lo sostiene se acaba… se acabó todo. Y da igual la dosis de voluntad que pongas. Se acabaron esa fe, esa confianza, esa amistad o ese amor, y no es posible restituirlos, por mucho que nos empeñemos.

7 pensamientos en “De la voluntad de creer… o de amar.

  1. Acabo de hacer un comentario a la entrada anterior, con la que me veo más identificado. La síntesis de este post es que todo es sentimiento y sentimentalismo, y por tanto irracionalismo, y no es así. Siento no poder repetirlo todo, y siento de verdad, porque me gusta vuestro debate, perderme un poco con vuestros nombres.
    De todas formas, enhorabuena por el blog y la forma de llevarlo.

  2. No te preocupes, Dessjuest, yo misma me estoy ya haciendo un lío entre la racionalidad, el sentimentalismo, la voluntad, la fe, el amor… menos mal que, de vez en cuando, cambiamos de tema 😉

    Gracias por tus parabienes.

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