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Hace unos días me sorprendió la noticia de que a Rafa Nadal le habían entregado la medalla de oro al mérito en el trabajo. No al mérito deportivo, no, al mérito en el trabajo. Que no digo yo, ni mucho menos, que el haber llegado a dónde está no le haya costado lo suyo, no, pero me chocó porque ese reconocimiento no termina de cuadrar con lo que a mí me parece deberían ser los méritos a premiar por nuestro Ministerio de Trabajo. Así que, hoy lunes, he optado por ir a la fuente original para saber qué es lo que de verdad ha de reconocer esa medalla.

Hay un reglamento que regula el otorgamiento de las medallas al mérito en el trabajo, y empieza por explicar que esas medallas se conceden en mérito de una conducta socialmente útil y ejemplar en el desempeño de los deberes que impone el ejercicio de cualquier trabajo, profesión o servicio habitualmente ejercido, por la persona concesionaria, o en compensación de daños y sufrimientos padecidos en el leal cumplimiento de ese mismo deber profesional.

Está claro que Rafael Nadal sí cumple los requisitos puesto que su conducta sí parece ejemplar en el desempeño de su profesión y ese desempeño sí le ha llevado a producirse daños y sufrimientos. Y, si cumple con todo ¿por qué a mí no me gusta?

Todos conocemos gente que ha realizado de forma ejemplar el desempeño de los deberes que le imponía, o le impone, su trabajo o profesión y que ha sufrido para poder realizar un cumplimiento leal de su deber profesional durante años o, incluso, décadas… y que jamás ha recibido ni el más mínimo reconocimiento más allá de la remuneración pactada en su contrato o en la Ley de Presupuestos del Estado de cada año.

Nadal es un buen jugador de tenis, profesional y sacrificado que, cada vez que hace bien su trabajo, recibe el aplauso de cientos o miles de personas y, si como resultado de su buen hacer, gana un partido, recibe una remuneración muy elevada.

Estamos premiando el éxito, no el trabajo.

Por si acaso, he rebuscado en la red otras concesiones de medalla y me he encontrado, por ejemplo, con esta: 14 medallas entregadas el pasado noviembre a una relación de personas, desde Paco de Lucía a Esther Koplovitz pasando por Cristina Rodero o Mercedes Salisachs, cuyo curriculo profesional refleja el éxito alcanzado en su profesión, todos y cada uno de los catorce han llegado a alcanzar cotas altas en su profesión y todos han recibido variados reconocimientos por ello.

Echo de menos alguna medalla para los que trabajan sin éxito ni reconocimiento.A los que han alcanzado su jubilación cumpliendo los mismos requisitos que Nadal pero sin que nadie jamás les haya aplaudido.

Y podría empezar a citar ahora todas esas profesiones en las que hay acuerdo general sobre su necesidad y el mérito en realizarlos: enfermeros, maestros, médicos, policías, asistentes sociales… para cargar de razón mi texto. Pero resulta que el mundo funciona no sólo gracias a quienes salvan vidas.

Hay mineros, hay conductores, hay transportistas, celadores, auxiliares administrativos, fruteros, reponedores de grandes superficies, taxistas, auxiliares de farmacia, zapateros, pasteleros, costureros, mensajeros…de cientos de oficio, tanto empleados por cuenta ajena, como autónomos o funcionarios, hay cientos de miles de personas que cumplen los requisitos del reglamento y que jamás serán aplaudidos ni remunerados con cantidades de seis o siete cifras ¿no deberíamos entregar la medalla a alguno de ellos?

Porque no dejamos de preconizar y machacar a nuestros hijos con que lo importante no es el resultado, sino el esfuerzo puesto en mejorar y avanzar, el trabajo en sí, el realizar un buen trabajo, mientras que nuestro Ministerio de Trabajo se empeña en entregar Medallas al Mérito en el Trabajo a quienes han obtenido ya éxito y reconocimiento en múltiples ambitos, a gente, por tanto, que no necesita ese reconocimiento porque ya ha tenido muchos.

Y ya puestos, esta gente que ya no necesite más reconocimientos puede que ni siquiera necesite ya trabajar a cambio de un sueldo. A ver si va a ser que lo que quiere el ministerio es dar las medallas a gente que pueda considerar el «trofeo» como un buen fin a su carrera profesional y así les anima a abandonar sus puestos  de manera que puedan cubrirse sus vacantes y bajar un poco las cifras de paro.

Quizá no es una idea mala del todo…

Ánimo entonces al Ministerio porque, según las cifras de marzo, aún les quedan por entregar otras 4.451.924 medallas, Duro con ello, y al tajo 🙂